Debo comenzar compartiendo la gran pasión que de jovencita me despertaba el hecho de trabajar en Bolsa. Me parecía un mundo excitante y glamuroso. Cuando iba a la universidad pasaban por la tele una serie que se desarrollaba en medio de agentes de bolsa que a viva voz compraban y vendían acciones de enormes compañías y ganaban y perdían dinero un día sí, el otro no y al siguiente también. Era una combinación entre la película de Wall Street en versión romántica en la que las mujeres jugaban un papel muy importante en medio de la predominancia masculina y eso me atraía aún más y me hacía soñar con formar parte algún día de ese fascinante mundo, aunque los números nunca han sido mi fuerte.
Después de terminar la carrera de empresariales, un máster en marketing y salir al mundo real pasé por diversos procesos de selección uno de los cuales jamás olvidaré debido a lo largo y tedioso que resultó. Duró aproximadamente unos seis meses entre pruebas psicoténicas, conceptuales, competenciales y entrevistas, pero al final lo pasé.Recuerdo haber llegado muy feliz y contenta el primer día a la hora acordada junto con otras 10 personas a las que nos tuvieron esperando alrededor de 2 horas. Seguidamente, nos llevaron a cada una a nuestras respectivas áreas y sin más nos dejaron diciendo que habían llegado las “nuevas incorporaciones”. La gente de mi área me acogió bien y me empezaron a contar ellos mismos lo que hacían; a lo que se dedicaban; cuanto tiempo llevaban; como eran las cosas allí; cual era la situación de la empresa; como se gestionaba todo; lo bueno; lo malo; lo bonito; lo feo y las enormes ganas que tenían de encontrar un nuevo empleo entre otras cosas por el desorden que claramente se evidenciaba. Las ocho horas que pasé ese día en esa empresa fueron suficientes para saber lo que debía hacer: RENUNCIAR.Así es, mi cuerpo, mi mente, mi alma me lo dijeron y yo les escuché, porque es lo que hay que hacer a pesar del miedo que produce tomar una decisión de tal magnitud. Así que ese mismo día fui a hablar con la Gerente de RECURSOS Humanos y, palabras más palabras menos, le dije que estaba segura de que ese no era mi lugar y que antes de formalizar el contrato prefería dar un paso atrás. Un paso del que jamás me arrepentí, a pesar de lo estupefacto que quedó mi padre con la noticia ya que era una importante empresa y una “gran oportunidad”. Pero, veréis, cuando uno sabe lo que quiere lo atrae y al mes exacto me llamaron para trabajar en la Bolsa de Valores y cumplí un sueño aunque también comprendí que el mundo de las series y las pelis son solo ficción. Bueno, esa es otra historia.
Marca Personal con Valores
Por mi base formativa de empresariales y mi experiencia como Coach Profesional experta en Marca Personal con Valores siempre he hecho un paralelismo entre las personas y las empresas y viceversa. Creo que las personas tenemos a nuestro cargo la empresa más importante de todas, la empresa YOLtda. Dicha empresa debe tener muy bien definida su visión (sus sueños), su misión (a qué se dedica), sus valores (principios), su marca personal (reputación), sus activos (fortalezas), sus pasivos (puntos de mejora), debe fijarse objetivos, diseñar estrategias, establecer indicadores y obtener resultados.
Cuando las empresas comprenden que los humanos NO somos RECURSOS, aprenden a gestionar el talento de las personas y le dan la importancia que se requiere a los valores incorporándolos en su día a día. Desde sus procesos de selección, integran en sus equipos empleados que hablan el mismo lenguaje aumentando así las probabilidades de éxito, la productividad, el crecimiento, la cooperación y generan un ambiente propicio y agradable para que todos crezcan como integralmente facilitando también que la empresa sea reconocida como una verdadera Marca Empleadora.
Encontrar el trabajo idóneo, la empresa perfecta, el candidato excepcional no son tareas sencillas, pero os puedo asegurar que es posible acercarnos a un resultado más óptimo y tomar mejores decisiones cuando tenemos claro qué buscamos, quiénes somos, qué queremos y, lo más importante, cuáles son nuestros valores personales y/o empresariales, porque ellos son la brújula que nos guía y que a mí me llevaron a tomar aquella decisión de renunciar pero también de reafirmarme en mi clara convicción de que los humanos NO somos RECURSOS, no somos sillas que se quitan y se ponen sin más.»